La noción de feedback atraviesa toda la carrera de Comunicación Social e imagino que también a las que le son afines.
Por una cuestión de respeto o por mantener viva la posibilidad de concretar una transacción comercial, mantener un diálogo con el interlocutor se erige como “lo que se debe hacer”.
Las redes sociales han tergiversado todo tipo de manuales axiomáticos respecto a “cómo entablar una conversación”.
Tal vez me estoy refiriendo a la eficacia de ese intercambio, no lo sé con exactitud.
Aplicamos, casi religiosamente, la regla de responder ese mail por más obvio que nos parezca, aunque sea con un “¡recibido!”.
Feedback en el trabajo: la hoja de ruta cotidiana para corroborar que no equivocamos el camino
Obtener la respuesta a una pregunta específica.
Hay una duda creada para ser destruida casi inmediatamente, sin más aspiraciones que resolver una cuestión sencilla.
Y muchas veces nos queda el eco de ese vacío que se produce cuando no hay nadie del otro lado.
Lo peor: saber que efectivamente sí hay alguien del otro lado, pero la indiferencia es adrede.
Esto me hace acordar (un stand up cualquiera…) a Enlace Mortal.
Creo que el copy de la película era bastante parecido a este artículo-ensayo: “cuando un teléfono suena, tienes que atenderlo”:
El feedback del trabajo es algo tan corriente como respirar y es por eso que todos solemos darlo por sentado. Pero no siempre nos deleita con su presencia.
Como este artículo no pretende ser un apunte sobre teorías que pueden encontrarse en cualquier librería o “a golpe de click”, aplicaré el concepto de feedback para comentar algunas peripecias en mis proyectos individuales.
Concretamente, me voy a referir a tres tipos de trabajos que se estancaron por “x” motivo.
Ninguno fue lo suficientemente bueno ni está completo como para que lo presente como un logro.
El presupuesto que nunca sabremos a dónde va a morir
Varias veces me pasó de elaborar presupuestos, algunos un poco más rebuscados que otros, pero todos con el mismo grado de responsabilidad.
Y de ilusión también, para qué voy a mentir.
De entrada es elogioso que nos seleccionen entre cientos de profesionales.
Ponemos mucho de nosotros cuando redactamos un plan de acción, una estrategia de comunicación interna o cuando definimos los parámetros que deberá respetar la nueva identidad de marca.
La creatividad y el ingenio son dos activos intangibles que se cotizan mucho, pero que a la hora de la liquidación en el área de RR.HH. no son cuantificables como, no sé, cuántos vasos con agua te podés tomar en la semana.
Cuando este valor agregado pasa desapercibido, quedamos con una sensación de vacío difícil de describir.
Con el tiempo nos acostumbramos y se convierten en carpetas, en archivos viejos que dan un poco de nostalgia cuando leemos el importe final, el costo de la hora trabajada y la fecha de emisión.
Un proyecto que se desintegra y nadie te avisa
Creamos el logotipo, por supuesto, que siempre es la parte más divertida porque todo lo que tiene que ver con lo visual (mucho más en estos días) es atractivo.
No importa si el nombre nos representa, casi que nos vamos a ir acostumbrando porque a fuerza de repetición todo se instala.
Vamos a hacer unas calcos para pegar en los vehículos de amigos y amigas, remeras, todo tipo de merchandising.
¿Con qué?
Me parece que ya sabés dónde termina esto, ¿no?
Claro, en el tacho de la basura.
En el cajón de los recuerdos y las anécdotas que contamos cuando nos reunimos, porque al fin y al cabo somos amigos (pero eso viene después).
En este caso, el feedback es mucho más fluido e incluso es más fluido que en el anterior.
Si el potencial cliente no pertenece a nuestra esfera, es apenas un conocido o llegamos a él por el “boca en boca”, el compromiso dialoguista es endeble y hasta me animaría a decir que nadie tiene derecho a reclamar exclusividad, sobre todo porque -como no nos contestaron- no sellamos ningún acuerdo.
Casi en el otro extremo, conocerse demasiado con el potencial cliente suscita una relación amistosa que confunde los límites (plazos de entrega, definición del presupuesto, respeto por el trabajo…)
“Será otra mala decisión en una serie de decisiones lamentables”
Tengo un amigo que es un sol, pero no me da feedback
No les voy a mentir, quería titular “pero no activa”, pasa que no sé si esa expresión se entiende en todo el mundo.
¿Cuántas veces me quedé a las puertas de algo interesante porque mi contraparte no respondió a tiempo?
Reflexioné mucho tiempo sobre si era un problema mío.
Si mi ansiedad me estaba jugando una mala pasada y no me permitía aprovechar una gran oportunidad, cegado por conseguir objetivos que todavía no habían sido trazados.
Porque eso también es buscar justificativos.
Al fin y al cabo, siempre necesitamos una razón.
Resulta que la desidia ajena existe y no siempre somos nosotros los culpables de que algo no se concrete.
Podría enumerar no menos de 10 proyectos en los que, unilateralmente, decidí darle forma y aplicar eutanasia en… 30 días.
Lo peor es que nunca voy a saber qué pasó en el medio. Quizás porque tenga que buscar charlar de modo más informal y así “cazar” una pista de algo que haya pasado.
Puede ser por miedo, por inseguridad, por falta de financiación o porque tampoco había tanto convencimiento.
Tampoco quiero ser un dogmático o pecar de estructurado, cosa que después tengan algo que echarme en cara, pero es importante ser determinado cuando lo que está en juego es el tiempo y el compromiso del otrx.
Habrán sido estados de ánimo o bien fruto del requerimiento de los concursos más específicos, pero de mí nacieron unos versos que hoy quiero compartir a modo de redención.
Porque sobrevivieron al paso del tiempo en un anotador sucio que estaba todo roto, desordenado, apretujado por libros reales, en una biblioteca que ya nadie consultaba.
También soportaron el exilio: a nadie le conté que las había elaborado y nadie las leyó hasta ahora, cuando declaro que todo es arte, que todo es poesía por el mero hecho de decirlo, por haber elegido ciertos puntos estratégicos en los cuales apretar el enter y hacer un punto y aparte.
Aprovechar para nombrar con liviandad
Cada vez que tengo que ponerle un título a algo, lo que sea, un nombre de mascota o una etiqueta a lo que escribo, tiemblo.
Esto de no poder quedarme con una sola opción, el famoso “costo de oportunidad” o algo así, no es de ahora.
Debe ser proporcional a mi indecisión acerca del tópico tatuajes: me encanta cómo le queda a alguna gente súper canchera, pero yo no sabría qué tatuarme en particular.
Nada requiere tanta atención de mi parte ni consume tanto mi tiempo.
O todavía no lo percibo.
Entonces hacer poesía también es una excusa para nombrar con liviandad esos escritossin recaer demasiado en la significación.
Hay reglas más flexibles en la escritura en verso.
Nadie está hablando en términos académicos aquí, ¿verdad?
Cuando somos más pequeños solemos hacerlo naturalmente.
Luego, mediante la aplicación cuasi inconsciente de los procesos que la compleja maquinaria social nos tiene preparados, vamos perdiendo la capacidad creativa.
La imaginación tiende a enfocarse en cosas más bien… mundanas.
Simples.
Siempre en el intento
Entonces intenté no perder la frescura.
O dejarla plasmada en algún lado… ¡Algo tenía que hacer con esas ideas que me parecían “buenas”!
Eso no lo puedo precisar.
No puedo garantizarte calidad.
Podés quedarte con esta honestidad intelectual: en la re lectura no modifiqué nada esencial de ninguno de los cuentos.
No alteré el sentido por más que vos no puedas corroborarlo.
Y en algún pasaje sería muy divertido que pienses: “uy, ¡¿cómo no lo modificó!?”.
Repasar el trabajo realizado es necesario para compartir un contenido que valga la pena y que sea estéticamente atractivo -aunque sea en ese aspecto más superficial-.
Alguna que otra coma, una sangría, una alineación… puede ser que haya retocado.
Ya que hago el esfuerzo de leerme a mí mismo en otras etapas de mi vida -lo que me supone un verdadero suplicio- aprovecho para brindar prolijidad…
La prolijidad de la culpa.
Ahora que nadie me mira
Como parte de una estrategia que me auto impuse, muchos escritos fueron a parar a “Hijas del fracaso”, mi libro compilatorio que en el 2018 se convirtió en una cosa bastante seria.
Lograda, diría, porque le puse empeño y responsabilidad.
Sin embargo, hubo varias historias que se quedaron huérfanas, haciendo un nido en distintas carpetas, un tanto escondidas, un tanto perdidas.
Fuera de mi consideración durante un largo período, llegó el momento de sacarlas a la luz para que sean juzgadas como corresponde.
Dentro de la sección “Narrativa” vas a poder leer cada cuento, cada prosa, cada accidente literario que fui guardando desde que dije “che, debería guardar lo que escribo por más que no me guste tanto”.
Cuentos perdidos y encontrados
Te podés topar con historias de amores frustrados, como lo que me sucede en “Carla y las múltiples breves decepciones”.
“Lugares comunes” me ubica en una terminal de colectivos (o de ómnibus, o de bondis, depende dónde te hayas criado), en mi etapa de estudiante con todas las letras.
También hay delirios geográficos, que desembocan en dudas metafísicas, lo cual podría ser una perfecta descripción de mi obra.
No sé si en algún momento te darás cuenta o llegarás a la misma conclusión que yo.
“Escocia” y “Pampa” son algunos ejemplos de esa excusa contextual que se impone para crear un ambiente, para ubicar a los personajes, aunque estén a la vuelta de la cuadra.
Como si todo eso fuera poca información para procesar, también me aventuré a la poesía: acá lo explico mejor.
Ya me quedé sin palabras para introducirte a lo que puede ser un gran error o un gran descubrimiento.
A nadie le interesa porque no resuelve ninguna duda y/o problema.
Se está escribiendo para luego ser modificada (o no).
Sinceramente, espero que más allá de ser una “piedra fundacional”, se convierta en un conjunto de palabras que se encuentran al azar y que conformarán una de mis mejores anécdotas.
Porque de esa forma habría un futuro y este proyecto se consolidaría.
Esta es una frase expuesta como si fuera una cita, y la voy a destacar porque es evidente que busca ser famosa.
Tal vez podamos reírnos entre todos los visitantes del sitio, más adelante, de lo ingenuo que fui.
Otro encabezado para gustarle a los motores de búsqueda
En Internet no existen fórmulas mágicas, nada está escrito sobre piedra y por muchos cursos que hagamos -presenciales u online- los algoritmos harán monerías y nos darán bastantes dolores de cabeza.
Mientras buscamos la perfección, a veces olvidamos la funcionalidad.
Y llenamos una entrada de blog, como esta, de puro sentimentalismo, palabras vacías, introducciones eternas que no llevan a ningún lado.
¿No me digan que nunca les pasó?
El procedimiento suele ser el siguiente:
Tenés una duda y la escribís en Google (por ejemplo: “¿Cómo hago para que no se queme el pororó?”,
El buscador arroja muchos resultados y el primero siempre suele una buena opción (a menos que sea un anuncio “mal” segmentado),
Entrás con toda la esperanza y las ansias de resolver tus dudas en 5 minutos…
Pero no.
Nunca sucede.
Porque primero hay que leer la historia del maíz pisingallo; en segundo lugar hay que conocer a la persona a quien se le ocurrió cocinarlo en una olla con aceite por primera vez; luego viene un formulario de contacto y una serie de preguntas para generar interacción y después…
¡Tampoco!
Hay unos videos incrustados sobre las diferentes maneras de preparar el pororó ideal.
Vamos a ver algunas fotos alusivas y unos widgets de redes sociales.
Seguramente exista un enlace saliente, como esta imagen que te lleva a un post de Paulina Cocina:
Y después hay una receta, muy chiquita, que es la misma que ya conocías y que nunca te funcionó.
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